miércoles, 25 de enero de 2012

Novela PASIÓN DE ÁNGEL

Hola!!!

En este blog sé que hace mucho que no publico y menos este tipo de entradas. Pero para quien no se ha enterado, he estado muy ocupada. ¿En qué? Pues muy sencillo. En lo que vengo a mostraros. Me gustaría que pasarais esta información a cualquier persona que le pueda interesar. Y espero que os guste. Porque mi primera novela está ya publicada. Y ya puedo continuar esta y otras :) Y seguiré subiendo capítulos :) Un beso y disfrutar de las imagenes y la información. Gracias.

Ficha Técnica:

Título: Pasión de ángel

Autor: Beatriz Iglesias Montero

Año: 2012

Editorial: Autoediciones lulu

ISBN: 580-00-775-6202-0

Encuadernación: Tapa Blanda

Precio: 15 €

Páginas: 227 aproximadamente

Sinopsis Trasera:

La vida de dos adolescentes cambiará completamente. Dará un giro de ciento ochenta grados cuando Naiara, una chica de dieciséis años, a punto de cumplir los diecisiete; conocerá a alguien que será importante en su día a día.
A raíz de ahí, las cosas en su vida serán muy diferentes.
Tanto en lo bueno como en lo malo, el destino hará poner a prueba su amistad con Zoe, la confianza con su hermano David y el Amor de Daniel.

¿Sabrá si su amistad con ella es verdadera?
¿La confianza que tiene con David llegará a cualquier extremo hasta contarle todo lo que le ocurre?
¿Tendrá el valor de amar sobre todas las cosas a ese chico que le llamó la atención?

El Autor:

Beatriz Iglesias es una joven de 22 años que reside en la ciudad de Salamanca. Siempre le han encantado los libros de temática juvenil, terror y romántica. Desde muy pequeña, escribía en cuadernos, poemas y lo que sentía en ciertos momentos. Ahora ha madurado y se ha enfrentado a publicar seriamente, sabiendo que su sueño es ser reconocida como escritora algún día. De momento ha conseguido publicar ella misma la historia que lleva de título Sueños Reales, y ahora va a por su segunda publicación; Pasión de Ángel. Abriéndose camino poco a poco en el mundo de la literatura, cosechará éxitos a su paso. Se define como optimista, alegre y cabezota. Tiene las cosas claras y no duda ni un instante en perseguir lo que más desea por mucho que le cueste, esforzándose en el intento. Su pasión es la música pop/rock y el grupo Despistaos. Ha participado en varios concursos literarios y tiene múltiples blogs donde publica reseñas, relatos cortos y cualquier tipo de historias.

Información del autor:

Es una novela juvenil de género romántico. Pasión de ángel es una historia de adolescentes que al principio puede sonar repetitiva. Lo que la cambia, es la realidad de los hechos en los que ocurre todo. Dos amigas unidas principalmente por conocerse en el instituto desde pequeñas y sus vidas van cambiando en cuanto aparece Daniel, quien se interesa por una de ellas. Naiara va enamorándose de él y Zoe siente envidia. Quiere enamorarse y no sabe hasta qué punto puede llevarle aquel sentimiento.

¿Qué opináis vosotros? Leerlo y sacar vuestras conclusiones.


Podéis adquirir también esta novela en esta página, donde el precio no tiene incluido los gastos de envío:
http://www.lulu.com/product/tapa-blanda/pasi%C3%B3n-de-%C3%A1ngel/18836086
Esta información podéis ponerla en cualquier red social o blog pidiéndome permiso primero o enseñarme la entrada directamente =) Haré otra entrada en estos días cuando tenga todos los blogs que han participado en dar a conocer por la blogosfera esta novela. Muchas gracias =D

martes, 29 de marzo de 2011

Capítulo 8 : Sin Darse Apenas Cuenta

Me quedé perplejo en el sofá durante unos segundos. Lo que acababa de pasar apenas unos minutos, no estaba seguro si de verdad había pasado. No solo Catia llamaba a mi puerta, sino que sin querer; o queriendo, no sé muy bien cómo definirlo, nuestros labios se rozaron.
Sin entender del todo, no comprendía por qué me fui acercando poco a poco a ella. Como si un imán me atrajera, no podía despegar mis ojos de sus ojos, de su boca… escuchar su respiración acompasada y, discretamente, agitada en pequeños espacios de tiempo.
Aún no sabía por qué en mi rostro se ubicaba una sonrisa tonta. Solo deseaba volver a verla y… volver a rozar sus labios.

Padecía de hiperactividad, ya que no paraba de moverme por la casa. Tenía sueño, pero no quería dormir. Intenté ver un poco la televisión, leer y estudiar. Nada. No podía pararme quieto. Seguía con mi sonrisa estúpida de enamorado… ¿Enamorado? Nunca lo he estado. O sí. Una vez. Tania. Ella era todo para mí, y se esfumó. Un buen día ella se marchó sin decir a donde, ni por qué. Me estaba poniendo triste, así que sacudí la cabeza y los malos pensamientos volaron. Al instante, regresaron los de Catia. Hoy se encontraba muy guapa. Sin necesidad, me entraron ganas de volver a verla. Y qué manera más rápida de que pase el resto del día, que durmiendo. Me marché a la habitación y me tumbé. Con la sonrisa aun en mi rostro, me costó conciliar el sueño precisamente por el mismo motivo por el que me fui a acostar, pero al fin lo conseguí. Me adentré en un maravilloso sueño. Catia y yo íbamos por los pasillos del instituto, de la mano. Estábamos muy felices. Sentía un cosquilleo en mi mano y mi estómago. Percibía algo mágico que me recorría todo el cuerpo, y al parecer Catia también; pues alrededor de ella se veía luces de colores, como una neblina espesa multicolor. Nos agarramos con las dos manos, nos acariciamos, sonreímos y nos miramos. Sus ojos tenían una luz que dejaba entrever el poder de su mirada, del amor que profesaba hacia mí. Nos íbamos acercando, poco a poco. Nos encontrábamos a escasos milímetros uno del otro. Notaba su respiración en mi cara, agolpándome las ideas; dejándome un poco aturdido. Más y más cerca, mucho más. Poco espacio entre nosotros. Las manos entrelazadas, respirando el aliento del otro y… ¡Zas! Al tocar sus labios… me desperté.


Me incliné en la cama. Sudoroso. No entendía nada de aquel sueño. Una niebla espesa alrededor de ambos como el sentimiento mutuo de los dos. No podría ser que sintiera ya algo por ella. ¿Sería amor a primera vista? ¿Solo una alucinación o capricho del corazón? No lo sabía y tenía que averiguarlo.
Me recosté e intenté dormir de nuevo. Tardé unos minutos y quedé profundamente dormido.


A la mañana siguiente me levanté hecho un cristo. Los pelos alborotados y ojeras hasta las rodillas. Legañas pegadas a mis ojos, pero con ganas de llegar al instituto para verla.
Salí de casa y me cogí el coche con rumbo a mi destino, por llamarlo de alguna forma. Con las prisas y la velocidad que llevaba, no tardé mucho en llegar. La suerte estaba de mi lado. Divisé a lo lejos, como llegaba Catia al poco rato de haber aparcado mi coche en el parking. Salió del coche a ritmo pausado. Sin pensármelo dos veces, me dirigí hacia ella. Al verme, aceleró el paso y cogió ventaja. Entró a los pocos minutos en el instituto y me quedé paralizado, parado y clavado en el asfalto como tonto. Reaccioné rápido y di media vuelta hasta la entrada del edificio. La busqué por todos lados; sin resultado alguno.

Sonó el timbre, indicando que había que entrar en el aula para comenzar la clase. Me senté en mi pupitre, esperando a que ella apareciera. Es muy raro que faltara a clases. Algo sucedía. Justo en ese momento, entró la profesora. Al sentarse, me levanté de mi silla y me dispuse a ir al escritorio donde se sienta el profesorado en cada clase.

- Perdone, ¿puedo salir un momento?
- Si es para ir al baño, ha tenido tiempo suficiente antes del comienzo de la clase. Siéntese, por favor- habló calmada y fría.
- No es por eso. Mi compañera no ha venido a clase. Se encontraba indispuesta. ¿Podría ir a buscarla y traerla de vuelta?- lo dije tan convencido, que hasta yo me lo creí. Nunca habría hecho estas cosas por alguien, y menos por una chica. Pero es ella, y necesito hablar sobre ayer cuanto antes.
- Está bien. En cuanto la encuentre, vuelvan al aula. Puede salir y así dejarme comenzar con la asignatura- farfulló molesta.

Con un asentimiento de cabeza, salí disparado de esas cuatro paredes. Era una buena manera de perder la clase de filosofía. Tendría que estar en un baño, pues si está vagabundeando por los pasillos, la obligarían a entrar en clase. Si no se encuentra ahí, estará fuera. Se habría marchado cuando yo aún la buscaba dentro.

El recinto tenía varios baños en cada planta. Poseía tres plantas, incluyendo el bajo; por donde se entra. Me recorrí los primeros baños, los de abajo del todo. Ni rastro. Subí al que sería el primer piso. Nada. Por último, subí las escaleras del segundo piso. Entré en el baño de chicas. En estos momentos, no me daba vergüenza porque no había nadie en los pasillos ni dentro del urinario, solo ella y alguna posible profesora.
Miré por las rendijas de debajo, observando que era la única puerta que se encontraba cerrada. Esperé, apoyado en el lavabo mirando la puerta. A los pocos minutos se abrió. Era ella. Tenía el semblante extrañado, confuso y un poco molesto por la intimidad invadida. Reaccioné y preví sus movimientos antes de interactuarlos. Se iba a cerrar de nuevo, cuando yo adelanté un pie entre el marco de madera y la puerta. Por el gran esfuerzo, me hizo daño; sin conseguir reprimir el dolor y exagerándolo un poco, grité. Se asustó y vi mi oportunidad para adentrarme del todo en aquel habitáculo reducido. Nada más entrar, me apoyé en la puerta, haciendo fuerza y obstáculo para que ella no saliera.

- ¿Me dejas salir?- preguntó ofuscada.
- No hasta que me lo pidas por favor- decidí jugar un poco con Catia.
- ¿Me dejas salir, por favor?- intentó sonar amable, pero tanto ella como yo, sabíamos que no fue así.
- Hasta que no me digas qué te pasa, nada.
- ¿Y qué quieres que te diga?- alzó la voz inconscientemente.
- La verdad- respondí calmado y con una sonrisa en mi rostro.
- No sé qué verdad te voy a contar- bufó
- De por qué vienes anoche a casa para pedirme perdón, y ahora no quieres ni mirarme a la cara- dije todo eso de forma pausada, relajada y subiéndole la cabeza por su barbilla con mi mano para que me mirara a los ojos.
- Pues no lo sé,- agitó los brazos histérica y subió aún más el tono de voz, esta vez adrede- estoy confusa- y gritó más-. No quiero volver a soñar contigo, pero cuando te enfadaste conmigo se me rompió algo aquí dentro- chilló como si la vida se le fuese en ello, señalando su pecho y después se calló quedándose como en shock, sin creerse lo que acababa de confesar.

Entre el dolor de cabeza que se me había producido por sus gritos cerca de mi tímpano, la confesión arrebatadora y para nada imprevista, y las ganas enormes que surgían dentro de mí, me impulsé hacia ella, la agarré de sus mejillas; posando mis palmas en sus carrilleras y juntando sus labios con los míos. Notaba la furia, el aroma y el dulce que desprendía su boca, su lengua… No quería despegarme jamás de aquel maravilloso placer que era sentir tocando su boca con la mía. Aquel contacto me quemaba como me calmaba. Y quería más, y más, y mucho más. Ella quería quitarse, yo no la dejaba. Succionaba, saboreaba y bailaba con su lengua, jugueteando como un niño con un caramelo de su sabor favorito. Y decidí quedarme así durante unos minutos, o puede que más.

jueves, 3 de febrero de 2011

Capítulo 7 : ¿Perdón Merecido?

Conducía por una carretera poco transitada. Coches que iban y venían a velocidad no muy recomendable. Sentía miedo por si alguno de ellos se desviaba sin querer hacia mi carril.
Seguía las indicaciones que Sergio me proporcionó. Dirigirme hasta la salida de la ciudad, por una carretera nacional, y al primer pueblo a la derecha. Aun me quedaban escasos diez kilómetros para llegar. Habiendo tantas casas en Sevilla, tenía que vivir a las afueras. Encendí la radio para que se me hiciese más ameno el camino. No surtió efecto. Opté por poner algún disco. Bien. Canción que no sabía por qué, me relajaba. “Viaje al centro de mi corazón” de Shinoflow. Cantaba mentalmente y en bajito.
Mi móvil estaba en el soporte de manos libres que mi padre compró; incorporándolo al coche. La música de pronto paró cuando sonaba la musiquita de mi teléfono. Cutre, pero era de las que incluían en el aparato. No me apetecía meter música o se me pasaba por completo, así que decidí poner esa temporalmente; aunque todos dirían que temporalmente permanente. Vi en la pantallita el nombre del gracioso o graciosa que me había fastidiado la canción. Abrí los ojos apresuradamente cuando no daba crédito a quien leía: Pablo, mi ex. ¿Por qué me llamaba a estas horas? ¿Y siendo él? No pensaba cogerlo. Que deje un mensaje en el buzón. Cuando por fin se dignó a colgar y no insistir más, se reanudó la grande y bonita canción que estaba escuchando. Muy a mi pesar o a lo mejor con un poco de alegría, llegué a mi destino. Miré el reloj y eran las ocho y media. Bueno, no era muy tarde aún. Lo mejor de ir a una casa a las afueras, es que tiene un maravilloso aparcamiento cerca de los chalets. Como unas tres plazas. Aparqué el coche y apagué las luces casi a la vez. Quité las llaves del contacto y bajé del vehículo. Me dirigí hacia la puerta y toqué el timbre. Veía que tardaban en abrir. Volví a tocar, dejando el dedo un poco más de tiempo. A los pocos minutos me abrieron. El que estaba detrás de la puerta, se quedó con la cara descompuesta al verme. Yo no pude aguantarme la risa de ver su cara a cuadros. No pude creerme que de fondo se escuchase la misma canción que estaba escuchando en el coche y la misma que mi ex interrumpió.
- ¿Tú que haces aquí?
- Mereciéndome tu perdón- contesté con una sonrisa mientras daba un paso al frente para entrar en la casa-. ¿Puedo pasar?- le sonreí inocentemente.
- Si ya estás dentro.
- Si no quieres me voy.
- Si, preferiría que te marcharas- dijo en tono serio.
- Si fuese así te pondrías más ofuscado, y la verdad, no te veo con ánimos de estarlo; así que no me marcharé hasta que me perdones.
- Eres cabezota como tu sola, ¿eh?- respondió rindiéndose.
- ¡No lo sabes tú bien!- sonreí.
Me indicó con el brazo que me sentara en el sofá. Por el pequeño pasillo me dijo que estaba solo. Sus padres se habían ido a la ópera y sus hermanos estaban en el cine. Tardarían en llegar.
Me ofreció algo de beber. Quería agua, por lo que se la pedí y fue a la cocina a buscarla. Diez segundos tardó en regresar con un vaso de agua. Me sonrió mientras me lo tendió.
- ¿Cómo sabías dónde vivía?- preguntó Alex con curiosidad.
- Tuve que investigar. Se dice el pecado, no el pecador- reímos.
- No tenías que haberte molestado en venir para conseguir mi perdón- habló con la misma voz aterciopelada que me cautivó la primera vez. Mirando hacia sus manos que jugueteaban con sus dedos.
- Sí que tenía que hacerlo. Hoy en el instituto no querías hablarme- dije como niña pequeña enrabietada.
- Podríamos haber hablado mañana.
- Ya, pero se me ocurrió esto mientras me duchaba…
- ¿Qué?- se quedó atónito. Y con razón. Va a pensar cualquier cosa de mí.
- ¡No! No es que piense en ti, bueno sí, en ese momento sí, pero no…- me hice un lio yo sola y por intentar explicarme, estoy quedando peor que antes.
- Ya. ¿En qué quedamos?- cuestionó confuso, con cara de haber comido algo asqueroso y alejándose un poco. Yo inconscientemente, me acercaba a medida que él se alejaba, y para que no se moviera, apoyé mi mano en su rodilla. Él paró en seco.
- ¡Haber! Estaba en la ducha. Intentaba no pensar, pero la culpa me reconcomía y no hacía más que pensar en qué hacer para solucionarlo. No pienses nada raro.
- Vale, vale. Tranquila- rió por el mal trago que pasé al explicarle todo con más claridad.
Sin saber por qué, no moví mi mano un ápice de su rodilla. Él tampoco dijo nada. Sin darnos apenas cuenta, el ambiente se llenó de un silencio sepulcral y para nada incómodo. Le miré a los ojos, sin poder despegarlos de los míos. Como si hubiese un camino que recorre su cara, me posé en sus labios, teniéndolos un poco entreabiertos. Volví a perderme en su boca, y de nuevo en sus ojos. No pensaba con claridad, solo en aquel sueño que me perturbaba desde aquella noche.
- ¿Te encuentras bien?- oí un susurro. Era proveniente de sus labios y a mí me despertó del sueño despierto que acababa de tener.
- Si, perdón.
- Te había dado un aire- sonrió.
- Debe ser eso- le devolví la sonrisa.
- Entonces dime, ¿te sucedía algo esta mañana para que me contestaras así?- Preguntó calmado y un poco protector. De vuelta me vino el pensamiento del sueño. Por un momento pensé en contárselo, pero me vería como si tuviese cuatro ojos entre ceja y ceja. Algo dentro de mí, me decía que me acercara a él y le besara. Otra parte, me indicaba que saliera corriendo de allí. Decidí contestar rápido y actuar sobre la marcha.
- ¡No!
- ¿Seguro?- cuestionó de forma… ¿sutil, o eso me parecía a mí?
- Sí, seguro.
- ¿Estás nerviosa por algo?
- No, ¿Debería estarlo?
- Pues un poco.
- ¿Por qué?- no me di cuenta hasta que formulé la pregunta y miré su sonrisa. ¡Estábamos muy cerca, demasiado cerca! Mi mente se comenzaba a bloquear y yo empezaba a hiperventilar. Dije lo primero que se me ocurrió- Debo irme.
Al inclinarme para levantarme, noté como sus labios rozaban los míos. Sentía el ardor que aquello provocaba. Como cuando te caes al suelo de cemento y notas quemar tu piel desnuda con el roce. Debía salir de allí cuanto antes.
- Te veo mañana en clase- escuché a Alex vociferar desde el salón cuando yo estaba a punto de cerrar la puerta de la calle. Le alargué la mano en símbolo de despedida y salí disparada hacia el coche.
Abrí la puerta y arranqué como pude. Di marcha atrás y me adentré en la misma carretera nacional, solo que esta vez sin apenas coches.
Maldije al reproductor, pues cuando no terminas la canción, vuelve a empezar la canción que estabas escuchando anteriormente antes de apagarlo; solo que desde el principio. No entendía mucho de radio-cd’s, pero no todos empezaban desde el principio. Justo me ha tenido que tocar a mí la excepción.
Conduje a mi casa como pude y a una velocidad que creí como necesidad. No solo para quitarme la cancioncita, sino para dormir aunque sea hasta el día siguiente. Quería ahogarme en la ducha, apretarme con la almohada, o simplemente, enredar las sábanas a mi cuello o morir mientras duermo. Este último sería una muerte muy placentera. Intentaría conseguirlo.

jueves, 20 de enero de 2011

Capítulo 6 : Remordimientos

Inmediatamente salí del comedor hacia el aula de Historia. No tenía muchas ganas, pero podía más mi ansiedad por separarme de Alex. Suerte que hoy no tenía la última clase y me iría antes, pero el día finalizaba con la dichosa Biología. No puedo creer que odie tanto esa asignatura en tan solo dos días que llevo viviendo aquí.
La clase pasó sin ningún acontecimiento físicamente. En mi mente no paraban de pasar cosas. El casi beso con Alex, el sueño de la noche anterior, el posible chándal para la clase de gimnasia… Algo que me tranquilizaba era estar en mi casa resguardada de todo y de todos.
Sentía las miradas clavarse en mi nuca. Percibía las dudas reconcomiendo la curiosidad de los presentes en el aula. Todo el mundo se preguntaba qué había pasado entre Alex y yo en ese intervalo de tiempo en que estuvimos fuera del comedor, pero tampoco hay nada que contar; ¿o sí? espero que no.
Tocaron, por fin, el timbre; indicando la finalización de la clase. Ahora me tocaba tener el suplicio de la clase de Biología. Eva y Fran me miraban con ojos diferentes pero con la misma pregunta en la cabeza: ¿Pasó algo con Alex? Este tema me tenía muy quemada. No sabían cómo bombardear el tema sin parecer pesados, pero es que cualquiera que me preguntara, les mandaría al carajo y con razón. Solo me hacía falta volver a soñar con él porque el tema no dejase de sonar por los alrededores.
Me dirigí al baño a despejarme un poco de tanto alboroto. Nada más entrar, me candé en el váter. Me senté y respiré hondo, tranquilizándome. Estuve un rato sin querer pensar ni hacer nada. Miré el reloj y creí oportuno marcharme a clase. Salí y me miré en el espejo. Tenía un aspecto cansado y horrible. De veras, hoy no es mi día. Aclaré mi mente con un poco de agua. Varias veces me enjuagué en aquel líquido fresco. Me sequé y me fui hacia el aula.
Cuando entré estaban casi todos sentados. Noté la mirada de Alex clavada en mi sien. Giré la cabeza, sonriéndole amable y cortésmente. Decidí sentarme hasta que viniera el profesor. Mirando al suelo, di rumbo hacia mi asiento. Nada más llegar al pupitre, alguien me habló:
- Hola- sonrió.
- Hola- sonreí obligada.
- ¿Ya estás mejor?- preguntó él.
- No del todo.
- ¿Y eso?
- Nada, cosas mías.
- Sabes que puedes contar conmigo, ¿vale?- respondió preocupado.
Justo en ese momento apareció el profesor, lo que me sentí salvada. Asentí a Alex con la cabeza y salí escopetada hacia el señor que nos enseñaba Biología.
- ¿Puedo hablar un momento con usted?- pregunté tímidamente.
- ¡Dígame!- contestó serio y sin levantar la vista de su mesa con apuntes.
- Quería presentar mi desconformidad con mi sitio de aula.
- ¿Tiene algún problema con…- levantó la vista para mirar a Alex- su compañero?- añadió indiferente y volviendo su vista hacia los papeles garabateados que poseía en sus manos.
- Si, por eso quiero cambiar de sitio.
- ¿Podría decirme cual es el motivo?- ahí me pilló de lleno. ¿Ahora qué motivo le digo? ¡Piensa Catia, piensa!
- Eh… pues…
- ¡Qué le sucede, señorita! ¿No tiene un motivo?- cuestionó con burla al cabo de unos minutos.
- Pues que no estoy a gusto con él. Me cae mal. Me molesta en clase.
- Dudo que lo haga. Es un excelente alumno y no hemos tenido nunca una queja con él. Me temo que si no tiene un motivo más convincente, tendrá que aguantarse todo el curso con él. Si me disculpa…
Con eso, terminó la conversación y no pude reprocharle nada. Guardé silencio y me volví a sentarme en el lugar que ocupé el día anterior; de mala gana. Saqué el libro y mis apuntes. Hoy íbamos a dar el clima y el tipo de árboles en cada temperatura.
- ¿Estás bien?- escuché una voz angelical a mi lado izquierdo.
- Sí- contesté cortante.
- ¿Te sucede algo?
- ¡NO, solo quiero que me dejes tranquila!- solté sin pensar en tono brusco, y en el mismo momento me arrepentí de abrir mi gran bocaza. Catia, estás más guapa calladita.
- Ok.
- Lo siento, yo…
- No te preocupes, te dejaré tranquila, como has dicho- me interrumpió molesto. Y con razón. Se le veía enfadado.
Giré la cabeza con pena y decidí atender en clase como pude. Me sentí fatal y no sé por qué, si es lo que quería. Quería que me dejara en paz y lo conseguí. Y ahora que lo tengo, me siento la peor persona del mundo. Soñar con alguien no es tan malo y no tiene porqué significar nada, ¿no? Si le doy tanta importancia, sería por algo. No quiero que sea importante aquel sueño, pero tenía que solucionar las cosas. De momento lo dejaré como está y ya lo pensaré cuando llegue a casa o mientras voy. No sé exactamente lo que voy hacer, pero espero que se me ocurra algo.
Pasó la clase sin ninguna novedad. Miraba a Alex de soslayo, pero él seguía de morros y no me dirigía la palabra. Opté primero por el perdón tradicional. Luego hablaría con él más detenidamente.
Alex recogió sus cosas y fue el primero en marcharse de clase. Yo recogí las mías con paso lento, pues no tenía ganas de moverme mucho. Al terminar, bajé las escaleras hasta el aparcamiento. Alex estaba en su coche, sentado en el capó con su cara resguardada entre sus manos. ¿Estaría bien? Es un buen momento para acercarme, preguntar y ya pedirle perdón.
- ¿Te encuentras bien?
- ¡No te importa!- respondió bruscamente.
- No me lo digas si no quieres. He venido a pedirte perdón. Me pasé, lo siento.
- Eso deberías haberlo pensado antes, ¿no crees?
- Si, tienes razón. Es que estoy estresada con las clases y eso que acaban de empezar- mentí. Quise sonar simpática y despreocupada.
- Será por algo más que las clases. Se te ve muy tensa- contestó cortante. Va ser que la simpatía no ha funcionado del todo.
- Son problemas míos. ¿Me dirás entonces que te sucede?
- No, también son problemas míos.
- Venga, no te hagas de rogar.
- ¡Que no! Nos vemos mañana, adiós.
Se montó en el coche y arrancó. Me quedé ahí pasmada durante unos minutos. Opté por ir a mi coche y dirigirme a mi preciosa casa para tumbarme en mi cama y ahogarme con la almohada durante unas cuantas horas.
Recogí un poco la cocina por el desastre que causó mi padre en la comida. Coloqué ropa limpia en mi habitación y me dispuse a hacer los deberes; algo que odiaba profundamente.
Tardé en hacerlos, pues me costaba concentrarme aún más de lo que ya me distraía. No paraba de pensar en Alex y de lo cruel que había sido con él. De cómo conseguir que me perdonara. No tenía ni idea. Mañana es jueves aún, asique pensé en preguntarle a Vega cuando estuviésemos de compras, a ver si ella supiese algo de Alex que pudiese ayudarme. Salí del cuarto y bajé al salón para ver un poco la televisión. No había nada en la caja tonta, asique me dispuse a ducharme. Subí corriendo las escaleras y preparé la ropa. Seguro que Sergio estaría trabajando hasta tarde. Mientras me adentraba en la ducha, notaba el agua templada recorrer mi piel. Cerré los ojos y dejé la mente en blanco. Me costó lo suyo porque Alex lo ocupaba todo. No hacía más que pensar en cómo solucionar las cosas y me perdonara. No entendía como en tan poco tiempo, él sea algo tan importante como para no soportar que esté enfadado conmigo. Después de tener la mente en blanco durante un rato, volvió a reconcomerme la conciencia. Sería todo más sencillo si no tuviese sentimientos, lo que requeriría que no me importase nadie un comino. Al no ser así, tenía que soportar el tener corazón y sentimientos para sentirme aun peor de lo que ya me sentía.
Después de estar una hora mínimo debajo del agua y disfrutar de los chorros tan ricos que salían de mi grifo de ducha, se me ocurrió algo. Salí inmediatamente de aquel habitáculo tan reducido de espacio y me coloqué varias toallas. Miré el reloj, y por suerte, no era muy tarde. Las ocho de la tarde. Decidí vestirme rápidamente con lo primero que pillé. Tenía que ir a dos sitios. Bajé las escaleras velozmente. Monté en el coche y me dirigí al trabajo de Sergio, mi padre. Debía preguntarle una cosa inmediatamente y que no podía esperar.
Llegué en apenas diez minutos. Mi padre se extrañó mucho de mi presencia. Le pregunté lo que quería saber. Al principio no me lo quería decir, por mucho que me dijese que no podía contarme ese tipo de cosas. Después de explicarle mi motivo de porqué tenía que saberlo, me lo indicó sin ningún problema. Le di las gracias, le besé y me dirigí al coche a por un nuevo destino.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Capítulo 5 : Ahuyentando el Deseo

Volví a dormirme después de darme una ducha fría y quitarme el sudor; o despojarme de la ensoñación. No pude conciliar el sueño, pues no conseguí deshacerme de las imágenes en mi cabeza. Dando vueltas sin parar.
Amanecí con un gran sueño y bastantes ojeras. Podría quedarme toda la mañana en casa durmiendo, pero sería inútil. Prefiero estar despierta a volver a soñar con Alex. No entendía lo que me pasaba. ¿Lo conocía de un día y ya soñaba con él? Mientras desayunaba, miraba mi horario. Unas clases penosas, más que el día anterior. Por supuesto, me tocaba de nuevo Biología. No podía cambiar de sitio. Según el profesor, el lugar para sentarse, se elige el primer día y no se puede cambiar; al menos que el profesor lo autorice. Decidí hablar con el maestro antes de la clase para ver si había alguna posibilidad. De momento, tengo que pensar en terminar de desayunar e ir a clase. Recogí un poco por encima y me subí a coger mi mochila. Me apliqué perfume, como siempre hacía. No podía salir de casa sin ponerme colonia, era una manía desde bien pequeña. Me dirigí al coche. Coloqué la llave en la ranura y suspiré. Tenía la sensación que sería un día aún más duro que el anterior. Conducía tranquila, intentando que los pensamientos no me bombardearan. Paré en un semáforo. Observé a mí alrededor. Un coche a cada lado del mío. A mi derecha, un señor gordo, entrado en años y el pelo grasiento. Por la camisa blanca de cuadros, se le aparecía un charco de sudor en el doblez del hombro; en el sobaco. Ante la imagen desagradable, giré mi cabeza hacia el coche que estaba a mi izquierda. Era la típica pareja, o matrimonio, con dos hijos en los asientos de atrás. Un niño de unos ocho años, dando voces, mientras su madre le regañaba. A su lado, una silla homologada con una niña de unos tres o cuatro años. Llorando. Supongo que la madre le estaría echando la bronca a su hijo por despertar o hacer rabiar a su hermana pequeña. Volví mi vista al señor del coche de mi lado derecho. Unas nauseas repentinas, me quemaban el estómago. Su dedo índice hurgó en sus fosas nasales y después viajó hasta debajo del salpicadero del asiento del copiloto. Al volver a pensarlo, me produjo otro ardor en la garganta. Miré por el retrovisor y no pude creer lo que vi. Era él. ¿Me estaba siguiendo? No creo que fuésemos por el mismo camino al instituto.
Sin darme cuenta, el semáforo se puso en verde. El de atrás pitó y salí de mi embobamiento. Volví a mirar por el retrovisor y me percaté que había sido una alucinación mía. Creí que detrás de mí, estaba Alex.
El camino hacia el instituto, pasó sin ningún acontecimiento paranoico ni desagradable. Continué mi trayecto en silencio y mirando al lado correspondiente. En el aparcamiento había un bullicio enorme. Coches aparcados y gente apoyada en ellos daban un agobio terrible. Salí de mi vehículo y a lo lejos lo divisé. Me miraba profundamente y me sonrió. Yo le devolví la sonrisa. Después me saludó con la mano, yo me giré. Vi de reojo su mueca de extrañeza por mi comportamiento. No quería volver a soñar con él.
De fondo, detrás de mí, escuché como decían mi nombre. Me giré y vi a Vega con Fran. Me estaban haciendo señales con la mano para que me acercara. Y así lo hice.
- Hola chicos, ¿queríais algo?
- Hola Catia. Nada, saludarte para ver que tal estabas desde por la mañana- respondió pícaramente Fran. Me daban ganas de vomitar.
- Bien, aunque la mañana no ha comenzado, ya tengo ganas de que se acabe- terminé con un bufido.
- ¿Por qué, te sucede algo?- preguntó esta vez Vega con tono preocupado.
- Nada importante, tranquila. Bueno, me voy a clase- hice el gesto de irme para terminar la conversación pero algo me frenó.
- ¿Qué clases tienes antes de la comida?- cuestionó Vega de nuevo.
- Tengo Lengua, Matemáticas y Gimnasia- contesté sin ganas por la pesadez de las clases.
- No traes el chándal- replicó Fran.
- Tengo poca ropa, aun no me ha dado tiempo a comprar nada.
- ¡Si quieres quedamos una tarde y te ayudo! ¿quieres?- se ofreció ella.
- Eh…- pensé si sería buena idea- , bueno, si quieres… Soy una negada para la ropa- añadí con sonrisa falsa.
- Estupendo. Luego hablamos. Ahora, vamos a clase.
Nos dirigimos cada uno a nuestra clase. Por suerte, Lengua y Matemáticas me tocaban con Vega. En Gimnasia también, pero incluía a Fran. Entre las clases y los cinco minutos de descanso para ir de un aula a otra, estuvimos hablando de salir de compras. No estaba yo muy entusiasmada que digamos, pero necesito comprarla urgentemente. Acordamos en ir mañana por la tarde, después de las clases. Ya en Gimnasia, estuvimos jugando al Bádminton. Era muy torpe, asique no le daba a nada. Me irrité mucho y opté por dejar de jugar. Quedaban escasos cinco minutos, lo que decidí darme una ducha antes que las demás. Por supuesto, el profesor me pedía chándal. Le contesté que acababa de mudarme y no tenía apenas ropa, pero que tendría uno para la siguiente clase. Menos mal que no me tocaba hasta pasado mañana.
La comida pasó tranquila la primera media hora. Todos comíamos sentados y hablábamos de cosas cotidianas. Terminé mi sándwich mixto hace diez minutos y no me entraba nada más. Comía muy poco. Con mi madre tuve muchas discusiones por eso. Noté que alguien daba pequeños toques en mi hombro. Me giré y me quedé sin respiración.
- Hola- saludó de forma angelical y perfecta- , ¿Qué tal va la mañana?- añadió sonriente.
- Eh… - me comenzaron a sudar las manos- , bien, gracias- tosí nerviosamente- , ¿Y la tuya?- empecé a sentir la garganta seca, así que decidí ir a una fuente, pues es lo más lejos que estaba de la cafetería. Solo tendría que atreverme a escaquearme.
- La mía muy bien, aunque queda todavía más clases para…
- Eh…, discúlpame. Tengo sed- dije en cuanto vi una oportunidad para irme. Alex, se quedó extrañado por mi comportamiento, o al menos eso me hacía entender.
- ¡Te acompaño!- ¿Qué, está de broma? Se supone que es para no hablar con él. No era una pregunta sino una afirmación. Iba a acompañarme quisiera o no.
Andábamos por el pasillo hasta la fuente más cercana, en silencio. Me miraba queriendo decirme algo, pero no sabía cómo. Creo que se rindió y lo diría como le saliera.
- ¿Te sucede algo, te he hecho algo malo que yo no sepa?- me preguntó justo cuando vi la fuente de lejos. Corrí hacia ella, dejando la pregunta en el aire. Mientras bebía me la volvió a formular. Seguía bebiendo para alargar la espera de la respuesta.
- Puedes contar conmigo. Dímelo, por favor- rogó. ¿A él que más le da lo que me pase si me conoce de un solo día? Continuaba bebiendo con menos ganas. Ya solo mojaba mis labios porque no me entraba más agua. Ya no tenía sed. De repente, agarró mi brazo y me giró hasta quedarme enfrente de él. Muy cerca. Con la mano libre, me limpié la boca del agua que aún quedaba alrededor. No sé por qué, pero le miré a los ojos y mi cabeza se nubló. Me olvidé de respirar y me profundicé en ellos, olvidándome de la pregunta que me formuló antes. Posando sus manos en mis mejillas, me despertó y miré directamente a sus labios. Él me susurraba algo, veía como movía los labios, diciendo simplemente por favor. Se acercó y cogí aire de golpe en reacción de sorpresa. Posó su frente con la mía. Ahora, más cerca que nunca, deseaba besarle, como en mi sueño. Agité la cara de un lado a otro y Alex apartó las manos.
- Catia, no quiero que te enfades conmigo. Si he hecho algo que te haya molestado, discúlpame, no quería ni pretendía hacerlo.
- Shhh, tranquilo. No me has hecho nada- respondí más calmada, sonriéndole. Seguía teniendo ganas de besarlo, de notar sus labios pegados a los míos. Era un deseo que tenía que ahuyentar, aunque me costara- . Simplemente que hoy me he hartado antes de las clases- mentí, pero no del todo, sin borrar la sonrisa de mis labios.
- Está bien, pero prométeme que si te sucede algo, por pequeño que sea, vendrás a contármelo, ¿sí? Quiero que sepas que puedes contar conmigo- me sonrió.
- No te preocupes que serás el primero en saberlo- le devolví la sonrisa. Él no quitó la suya en ningún momento, lo que me hizo estar nerviosa.
- Vamos, volvamos al comedor antes de que suene el timbre- dijo llevándome con su mano en mi espalda. No entendía como él estaba tan atento conmigo y yo ahora tan distante. Sabía que era lo mejor, alejarme.
Al entrar en el comedor los dos juntos, y solos, todos clavaron las miradas en ambos. Las chicas en él, y los chicos en mí. Avanzamos un poco y dejó caer su mano de mi espalda, soltándome. Me sentí un poco desprotegida y menos calurosa en mi baja espalda. Aun seguíamos uno al lado del otro, pues Alex se sentaba en la mesa detrás de la nuestra. Se sentó al mismo tiempo que me sentaba yo, pero terminó antes. Cuando yo bajaba para sentarme en la silla, me guiñó un ojo y sonrió. Solo le sonreí.
Al girar la cabeza, todos los de mi mesa me miraban sorprendidos. Los demás, ya estaban a lo suyo. ¡Menos mal! Les sonreí tímidamente y comenzaron a bombardearme tantas preguntas que ni me acordaba de las anteriores mediante iba avanzando el interrogatorio. Miles de preguntas en una y otra boca de más. Demasiadas preguntas que ni me acordaba. ¿Acaso quería acordarme? Las únicas que recordaba fueron: “¿Dónde habéis ido?, ¿Qué habéis hecho?, ¿Os habéis besado o solo hablado?, ¿Qué te ha dicho él?, ¿Por qué entrasteis abrazados?”. Lo que digo, demasiadas preguntas, demasiado tiempo y más clases. Aún me quedaba lo peor, estar en Biología con él y a su lado. Sonreí de nuevo a todos sin responder a ninguna de las que me acordaba, ni de las demás que no me acuerdo. Bufé y justo sonó el timbre para la próxima clase. Sentía la sensación de que no estaría a salvo en ningún sitio que no fuese mi habitación, en mi cama, y debajo de las sábanas.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Capítulo 4 : ¿Un Sueño?

Pensé en pedirle permiso para sentarme, pero quedaría como una idiota; sabiendo que es la única silla libre que había en la clase, así que me senté directamente. Se volvió hacia mí y me dedicó una sonrisa. Yo no lo entendía. Era como si esa sonrisa se burlase de mí o algo, así que le aparté la mirada.
- Hola, ¿te volviste a chocar con alguien más?- dijo una voz aterciopelada sonriente que esta mañana me cautivó.
- No- gracias a dios dije para mí misma, pensando que haya sido él y no otro, como tipo Fran, quien tuve suerte de chocarme.
- Aunque veo que estás causando revuelo entre la gente- contestó riéndose y señalando con la cabeza en dirección a Fran. Yo solo supe reírme también, aunque en realidad no me gustase la idea.
- Me llamo Alex Jaras. ¿Catia García?- se presentó con una sonrisa que me hacía perder la cordura y tendiéndome la mano.
- Si… - respondí pensativa agarrándole la mano para estrechársela. Cuando mi mano tuvo contacto con la suya, con su piel, los vellos de mi cuerpo se tensaron como una descarga eléctrica, mi corazón se congeló y luego empezó a acelerarse sin parar. Después me soltó.
- ¿Prefieres que te llame Caterina?- preguntó riéndose y sacándome de la convulsión que acababa de experimentar. Me recordé respirar cuando vi una sonrisa perfecta en su rostro perfecto.
- No, es que eres el único que me llama Catia- aclaré sorprendida y sumergiéndome en sus ojos verdes.
La clase empezó con una prueba práctica. Saber los nombres de una planta. Yo ya lo sabía porque en Canarias iba un curso más avanzado y me gusta la naturaleza. Terminamos antes que los demás.
- ¿Por qué viniste a Sevilla?, ¿te gusta el calor?- me preguntó de repente.
- Am… no me gusta el calor tan excesivo- la otra pregunta no sabía cómo contestarla.
- Entonces, ¿por qué viniste a Sevilla?
- Una historia complicada- no quise darle detalles.
- Creo que voy a poder entenderte- Me contestó con una sonrisa que me descolocó.
- Mi madre encontró novio.
- ¿Y él no te gusta?- me cuestionó preocupado y curioso.
- No es eso. Es solo… Luis es buena persona y necesitaban viajar. Por eso me vine a Sevilla con mi padre, para que mi madre sea feliz, ya que no lo era cuando Luis se iba y ella se quedaba conmigo.
- Pero ahora la infeliz eres tú, es injusto- me dijo algo compungido por mi historia.
- Ya, pero la vida nada es justo, ¿no crees?- le contesté con una sonrisa torcida.
Justo sonó el timbre, indicando el final de la clase. Se me pasó muy rápido. Alex se despidió con la sonrisa que me volvía completamente loca. Yo solo le hice una media sonrisa y se fue.
El resto de clases fue menos entretenido que la de Biología. Cuando terminaron todas las clases lancé un gran bufido. Vaya día, y eso que es el primero.
- ¿Nerviosa?- salí de mis pensamientos y mi cuerpo no reaccionó cuando escuché esa dulce voz.
- No. Solo cansada- dije suspirando.
- ¿Un día duro?- preguntó Alex riéndose.
- Un poco, pero nada comparado con lo que vendrá- intenté sonreírle seductoramente, pero creo que surtió efecto a la inversa.
- No creas- dijo riéndose- , es hasta que te acostumbras- añadió con su torcida sonrisa tentadora. Creí que me moría allí mismo, el solo pensar que estaba hablando con él, con Alex Jaras.
- Bueno, me marcho. Que tengas buen día- se despidió con su gran sonrisa y un movimiento de mano. Yo solo me despedí con la mano al no poder articular palabra.
Cuando me pude mover casi habían salido todos. Me dirigí a mi coche y me fui a casa. Cuando llegué aún no había llegado Sergio, asique aproveché para dejarle la cena preparada y subir a mi cuarto a terminar los deberes que me pusieron.
Aún quedaba pollo, asique calenté en el horno el cacho para Sergio. Yo no tenía mucha hambre, asique cogí un danone natural y me lo comí mientras terminaba de calentarse el pollo. Justo vino Sergio cuando terminó de calentarse la cena. Se lo dejé en la mesa y me subí para hacer mis quehaceres.
Terminé antes de lo que esperaba. Guardé todo y coloqué las cosas para el día siguiente. Me dirigí hacia la ducha y me perdí bajo el agua caliente, pensando en Alex. Cuando nos conocimos, accidentalmente; en clase de biología, con la conversación de porqué me vine; y a la salida, en el pasillo, hablando de lo duras que son las clases el primer día.
Con estos pensamientos, desperté al notar el agua fría y la piel arrugada de tanto tiempo que había pasado debajo del agua. Salí y me sequé con una toalla pequeña el pelo, enrollándola entre sí; y una toalla más grande, me enrollé el cuerpo. Sentada en la cama, empecé a extender por mi cuerpo la crema hidratante, haciendo masajes por cada parte de mi piel. Cuando terminé, guardé las toallas y la crema en el baño. Me puse mi pijama morado y me metí en la cama. Cuando quise darme cuenta ya estaba dormida.
Ahora estaba en otro lugar. Era el instituto. Estaba parada al principio del pasillo y al final de éste había una silueta. Se iba acercando poco a poco e inconscientemente, extendí los brazos, sin saber muy bien el porqué. Pasé así un rato cuando la silueta que estaba al final del pasillo, estaba frente a mí. Reconocía esa sonrisa torcida que consiguió volverme loca.
- Alex… - dije asustada.
- Shhh. Te estaba esperando- me dijo sin quitar esa sonrisa y se acercó a mí; despacio. Cuando me tocó la cintura, todas mis terminaciones nerviosas cobraron vida, junto con un beso. Sus labios junto a los míos terminaron de revivir todos los sentidos en mí.
Me desperté de golpe. Encendí la luz por la impresión, empapada en sudor. Esa fue la primera vez que soñé con Alex.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Capítulo 3 : Recordar Respirar

Volví a mirar el mapa, pero esta vez parada, sin moverme, por si acaso me chocaba con alguien más. No quería ganarme el primer día el mote de torpe, aunque me lo ganase a pulso.
Miré en el folleto que tenía clase de Matemáticas y después lengua. No eran mis asignaturas preferidas, pero que le vamos a hacer. Mientras me dirigía a la primera clase y empezaba mi tortura, se me acercó un chico de pelo rubio, ojos azules, y un poco más alto que yo. Se le veía el tipo chico guapo que se creía, y a veces verdad, que todas las chicas estaban detrás de él. Por suerte, no era mi caso.
- Hola, me llamo Fran, tu eres… ¿Caterina?- habló con tono de flirteo. Que intentaba, ¿ligar conmigo? Lo llevaba claro.
- Catia, Catia García- contesté con cara de pocos amigos.
- ¿Ha que clase vas?- preguntaba haciendo muecas raras.
- Matemáticas, ¿sabes dónde está?- dije con urgencia- , es que a este ritmo llegaré tarde- añadí para que me dejase tranquila.
- Si, lo sé. Si quieres te acompaño. Eres nueva, ¿verdad?
- Gracias. Eh… sí- ¿tanto se me nota? Dije para mí misma y con esperanzas de llegar pronto.
Por el camino, Fran iba gesticulando y hablando mucho, pero yo no le prestaba mucha atención. Iba sumergida en mis pensamientos... en él. Ese chico con quien me choqué en el pasillo. Que doy gracias a mi torpeza por ese encuentro. Pensar en sus ojos verdes claros, color esmeralda, me estremecía el cuerpo pensando tan solo si me mirasen.
- Ya hemos llegado- escuché de repente la voz de Fran sacándome de mis pensamientos.
- Oh, gracias. ¿No entras?- espero que no, dije en mi fuero interno.
- No, yo tengo otra clase aquí al lado- uf, menos mal.
- Ok. Gracias por acompañarme- contesté demasiado rápido.
Entré y estaba la profesora, que acababa de entrar a los pocos minutos antes que yo porque aún tenía el abrigo puesto. Le entregué la ficha y para mi suerte, no me hizo presentarme ni nada, solo me ofreció que buscase un sitio. No me gustaba nada ser el centro de atención y presentándome lo sería, y mucho.
Busqué con la mirada un sitio libre mientras andaba. Solo había una al final del pequeño pasillo de pupitres. Tenía una compañera de clase. Ella estaba al lado de la ventana, a mi izquierda sonriéndome y yo estaba en el lado del pasillo.
- Buenas, ¿eres la nueva?- me preguntó con demasiada alegría.
- Hola. Sí, soy la nueva- dije con desgana. Relacionarme se me daba fatal.
- Soy Vega, encantada- me dio dos besos con fuerza.
- Catia- la dije sonriendo sin saber qué decir.
La cosa quedó ahí. La clase se me pasó lentísima y aburrida. Mientras colocaba mis cosas para guardarlas, Vega me había preguntado cuál era mi segunda clase.
- Lengua.
- A mí también me toca lengua, vamos juntas- lo decía con tanta felicidad que solo le hacía falta dar palmas y saltar, porque la sonrisa ya la tenía en la cara.
Fuimos hasta la otra punta del instituto, o casi. Eran apartados, como secciones. Al final llegamos y vi que solo había dos sitios libres, asique Vega y yo nos sentamos en el mismo sitio que la clase anterior, dándole la ficha antes a la profesora.
Se me pasó un poco rápido esta clase, más que la otra. Será que andaba pensando en el chico de esa mañana.
- Catia, si quieres vente con mis amigos y conmigo al almuerzo.
No debería estar por ahí, sola como una autista, aunque fuese lo que más desearía en estos momentos.
- No quiero molestar- dije dudando un poco.
- No molestas, boba- contestó riéndose.
Al final accedí. Cogí un sándwich mixto y esperaba a que terminara esta mierda de día. Cuando íbamos las dos a sentarnos vi que nos dirigíamos a un grupo de gente y estaba el Fran ese.
- Hola chicos, os presento a Catia- decía Vega con un grito a los que estaban en la mesa. Todos decían “encantada o encantado” menos uno. Quien si no.
- Yo ya la conozco- dijo Fran con una media sonrisa intentando ser seductor, que solo consiguió dar repugnancia.
- Ah, ¿sí?- responde Vega. Se le notaba a leguas que se derretía por este Fran. Por mi… que se quede con él. Vaya gustos.
- Sí, la vi en el pasillo, sabiendo que necesitaría ayuda. Como así fue, la acompañé a la clase de matemáticas- seguía teniendo esa sonrisa, pero ahora más ensanchada sintiéndose triunfante.
Después de esta conversación y de presentarme al resto, me senté y me acordé del chico de la mañana. Iba buscándolo pero no lo encontraba, hasta que me giré sobre mi misma y, detrás de mí, pude verlos a todos. Eran cinco y se veían en pareja, excepto él. Me entró la curiosidad.
- ¿Quiénes son?- pregunté a Vega que estaba a mi derecha y luego me gire a ellos para que supiera a quienes me refería.
- Son los Jaras. Hijos del profesor Carlos y su mujer Elisa, enfermera del colegio - me empezó a susurrar al oído.
-¿Todos?- dije con intriga al pensar que eran parejas.
- No. Los hijos son Jorge, el musculoso de pelo negro. Selene, la morena bajita y… Alex- este último lo dijo con un tono de voz diferente al que usó con el resto- . La chica rubia es Lorena Sanz, que sale con Jorge. Su Primo Javier, el rubio con ojos azules, está saliendo con Selene.
- Y… - dudé un poco en pronunciar su nombre- , ¿Alex?- sentí un escalofrío al nombrarlo.
- Él está solo. Nunca se ha fijado en ninguna de nosotras, o al menos que yo sepa. Nadie es lo bastante buena para él, o eso dicen- creo que lo de nosotras se refería a todas las chicas del instituto. Es guapísimo- , asique no pierdas el tiempo- lo dijo con voz dolida, como si la hubiese rechazado.
- No pensaba hacerlo- dije mirando a mi sándwich y después mirándoles de reojo.
- Solo estuvo con una chica. Fue hace un año. Sin saber por qué, lo dejaron y ella se marchó. Asentí por aquella información de Vega.
El almuerzo me resultó bastante corto. Antes de levantarme me preguntó Vega cual era la siguiente clase, por si nos tocaba juntas otra vez.
- Biología.
- No me toca, que pena- sí, mucha pena, pero peor era otra cosa.
- ¡Yo tengo Biología también, vamos juntos!- dijo Fran entusiasmado.
- Bueno, gracias- contesté dudando. Lo que me faltaba.
- Bueno, que os sea leve las clases- intervino Vega con un tono de resentimiento. Que Fran se pusiese contento por tener la misma clase la ha molestado.
Fuimos por el pasillo y Fran seguía gesticulando como lo hizo la vez anterior. Yo volví a sumirme en mis pensamientos hasta que llegamos a clase. Entré y le di el papel al profesor, que tampoco quería que me presentase. Parece que hoy he tenido buen día en eso, al fin y al cabo.
Me dijo el profesor que buscase un asiento libre, pero vi todo lleno, excepto uno. Me quedé paralizada al ver que el único asiento que había libre, estaba al lado... él, con quien me choqué esta mañana. Espero que no se acuerde de mí por la chica que no miraba por donde va. Fui hacia la mesa, despacio, y él, estaba mirando hacia su mesa, pensando en algo.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Capítulo 2 : El Día del Resto de mi Vida

Después de colocar la ropa y tirar en bolsas de basura la anterior, me dispuse a hacer la cena a Sergio, y de paso, tener algo en mi estómago. No tenía muchas ganas de preparar nada especial y había un poco de pollo en la nevera, asique lo saqué y lo metí en el horno. Mientras se calentaba la cena y hacía tiempo hasta que viniese Sergio, decidí subir las escaleras y darme una ducha relajante. Me desvestí y puse la ropa usada en el cesto del baño de mi habitación, hasta que quedé completamente desnuda. Puse una toalla pequeña, en el suelo, para apoyar los pies al salir de la ducha. Cogí la toalla grande, la puse encima de la taza del váter y entré en la ducha. Vi que había gel de coco y champú de frutas, los productos que siempre uso. Empecé a notar el agua caliente cayendo por mi cabello y recorría mi cuerpo con gotitas pequeñas. Comencé a pensar en cómo sería mi vida a partir de ahora, estando en una ciudad que no me gusta ni el tiempo, ni el lugar. Salí de mis pensamientos con el sonido de unas llaves. Me acordé que tenía la cena en el horno y que las llaves indicaban que Sergio acababa de llegar. Me aclaré el gel y salí deprisa de la ducha. Me sequé rápidamente con la toalla que puse antes en la taza del váter. Volví a la habitación, dejando la puerta del baño abierta para que se ventile un poco y se vaya el vaho provocado por el agua caliente. Me puse un pijama color morado, mi favorito. La parte de arriba era de tirantes y tenía estrellitas amarillas. La parte de abajo era un pantalón corto que llegaba hasta por encima del muslo.
-Catia, ¿estás en casa?- gritó Sergio al pie de las escaleras.
-¡Sí!, ahora mismo bajo papá- grité mientras me ponía la parte de abajo.
Me puse una bata de felpa que me quedaba por debajo de las rodillas. Solo tenía calefacción en mi habitación y en la de Sergio, el resto de la casa era muy fría. Me coloqué las zapatillas de casa y bajé corriendo las escaleras, cerciorándome de no caerme. Sergio estaba sentado en la mesa de la cocina. Fui deprisa hacia el horno y saque los dos cachos de pollo que aparté para mi padre y para mí. Serví los platos en la mesa y me senté.
-¿Qué tal la primera tarde en Sevilla?- preguntó Sergio rompiendo el silencio.
-Bien, aquí en casa, cambiando la ropa- respondí con pocas ganas de hablar.
-Bueno, mañana tienes clase, ya verás cómo haces muchos amigos- dijo demasiado contento.
-Sí, puede que tengas razón- dije con una media sonrisa y fingiendo felicidad.
No volvimos a decir nada en lo que quedaba de cena. Cuando vi que Sergio rebañaba la última gota de salsa y dejaba el plato encima de la mesa de nuevo, me levanté y recogí los platos vacíos. Sergio se levantó y se puso a ver el partido en el salón. Comencé a fregar los platos, muy lentamente. No quería que la mañana llegara. Solo de pensar que tengo instituto y ser la nueva me pone los vellos de punta.
Terminé demasiado rápido para mi gusto en fregar los dos únicos platos de la cena. Aunque estuviera fregándolos una y otra vez seguiría terminando demasiado pronto. Decidí dejar de rayar los platos y los coloqué. Dije adiós a Sergio, él me correspondió el saludo con la mano, y me subí corriendo a mi habitación. Fui a recoger lo que había dejado en el baño, como toallas, el gel, el champú… y cerré la puerta, ya que el vaho se había quitado del lugar y de los cristales. Empezó a entrarme sueño, y entre cansada del viaje, la paliza que me metí con el armario y que al día siguiente tenía que madrugar, me dirigí hacia la cama, me acosté y me tapé hasta la cintura. Cuando me quise dar cuenta ya estaba durmiendo profundamente.
Me desperté con los primeros rayos de luz que entraban por mi ventana. Abrí los ojos y vi que el cielo estaba oscuro. Si no es porque hay claridad pensaría que todavía es de noche, aunque tuviese las ganas de que sea así. Me levanté y me dirigí hacia la ducha para despertarme y espabilarme. Después de salir de la ducha volví a la habitación y rebusqué en el armario, con cuidado de no descolocarlo. No quería haberme pegado la paliza ayer para nada. Cogí unos pantalones vaqueros estrechos, haciéndome juego con una camiseta azul marino con un dibujo de un círculo en el centro. Me calcé mis converses negras, y, con la cazadora de una mano y la mochila en la otra, bajé las escaleras para desayunar. Cuando bajé, Sergio me había dejado una nota:
“Caterina, quería darte la bienvenida como te mereces, pero al no despertarte a tiempo me tengo que perder tu reacción. Fuera tienes un coche de la marca Renault para que puedas ir al instituto sin necesidad de ir andando. Espero que te guste. Te quiere. Papá”.
No me lo podía creer, asique con tostada en mano, abrí la puerta de la calle y vi un coche grisáceo tirando a negro o viceversa. Dentro de mi asombro, era perfecto. Volví a entrar en casa para poder desayunar tranquila, aunque aún seguía estando en shock.
Terminé de desayunar y me metí en el coche. La verdad me encantaba. Metí la llave en el contacto y giré para que arrancara. Subí una palanca para dar marcha atrás, presionando a la vez el embrague. Frené y metí primera, presionando otra vez el embrague a la vez que metía la marcha. Empezó a ir hacia delante muy suave, hasta que metí segunda y fue más rápido, pero no mucho. Después de maniobrar y dirigirme hacia la carretera, me fui dirección al infierno, es decir, al instituto.
Llegué y estaba el aparcamiento casi lleno. Encontré un sitio cerca de la entrada del aparcamiento, pues los demás sitios estaban ocupados. Salí del coche y me dirigí hacia la oficina de secretaria. No tenía ni idea qué clases me tocaba. Me dieron una suscripción y un mapa. Espero no tener que usarlo todo el curso. Mientras iba mirando el mapa, iba caminado para saber por dónde iba, pero siempre tengo que meter la pata y no ir mirando donde debo mirar.
-¡Uy!, perdón, iba distraída- dije mirando hacia el suelo por la vergüenza.
-No te preocupes, yo tampoco iba muy atento- me contestó una voz aterciopelada que me recorrió todo el cuerpo.
Miré hacia arriba, aun con la vergüenza en mi rostro, pero con la curiosidad de ver cómo era ese chico con una voz tan maravillosa.
Me quedé estupefacta. No podía creer lo que veían mis ojos. Era terriblemente guapo. Y yo una torpe que no sabía ni caminar. Era alto, de piel fina y blanca, ojos color esmeralda y el pelo color castaño bronce. Era el ser más guapo que había conocido en mi existencia y lo envidiaba por eso.
-¿Te encuentras bien?- preguntó el muchacho guapo que me sacó de mi ensimismamiento.
-eh….si, no te preocupes. Estoy ya acostumbrada a ser así de torpe- dije aun con la vergüenza en mi rostro.
-No te tortures, no pasa nada. Yo también soy un poco despistado. Bueno, me marcho. Cuídate- me volvió a decir con su voz aterciopelada que me volvía loca. Yo solo pude decirle adiós.
Me fijé y no estaba sólo. Iba acompañado de dos chicos y dos chicas más. Las chicas eran guapas e igual de piel fina y blanca. Una era más hermosa que la otra. Rubia, alta, pelo largo y espectacular figura. La otra, más bajita que la rubia, pelo moreno corto, terminado en puntas a los laterales y hacia abajo. Los chicos tenían el mismo tono de piel y la misma textura. Uno era alto, fuerte, musculoso, de pelo moreno y ojos negros. El otro era rubio, pelo por las orejas, ojos azules y más delgado pero no menos fuerte ni fibroso. El chico del pelo broncíneo también tiene pinta fuerte pero sin músculos, tenía el cuerpo parecido al chico rubio. Para mí el más guapo que he visto en toda mi existencia.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Capítulo 1 : Empezar de Nuevo

Era un día cualquiera y yo acababa de llegar de la ciudad. Todo era nuevo para mí. He dejado a mis amigos de toda la vida, a mi novio; ahora ex, que no es el amor de mi vida pero lo quiero, y con el más dolor de mi corazón tuve que dejarlo marchar; o mejor dicho, dejar marcharme a mí. Los echaré mucho de menos. Yo no soy muy buena haciendo amigos, pero al fin y al cabo, termino siempre teniéndolos.
Estoy en Sevilla y vengo a vivir con mi padre por un tiempo indefinido. No me hace mucha gracia pero hay que conformarse con lo que hay, que no es poco. Eso lo aprendí por tener que cuidar de mi madre durante mucho tiempo, en vez de ella a mí.
Me despedí de mi adorable madre en el aeropuerto de Canarias. No me gustan mucho las despedidas, pero bueno, era la “última voluntad” de mi cabezona madrecita. También la echaré mucho de menos, aunque sea muy en el fondo de mí ser.
Llegué a Sevilla y Sergio me estaba esperando en el coche. Me abrió la puerta del copiloto y me senté, el rodeó el coche y se sentó en el asiento del conductor. Era un camino un poco largo desde el aeropuerto hasta casa, al menos que yo recuerde.
Le llamaba Sergio por problemas que tuve en mi infancia, que ahora no quiero recordar. Siempre delante de él, le llamo papá; pues no le gusta que le llame por su nombre. Dice que es más frío.
- Caterina, ¿qué tal el viaje?- me sacó Sergio de mis propios pensamientos. Era el único que me llamaba Caterina, y por más que le repetía que me llamara Catia, no me hacía caso.
- Bien, largo- contesté yo con desgana.
- ¿Qué tal está tu madre?
- Bien, como siempre, ya sabes
- Ya- dijo él con un poco de tristeza en la voz.
El resto del camino lo hicimos en silencio. Aunque no era incómodo, era muy normal entre nosotros. Eso es lo bueno de Sergio, nunca te atosiga y en algo tengo a quien parecerme. No somos muy habladores.
Llegamos a casa y no tardé mucho en subir mis cosas a mi habitación, la que ha sido siempre. Pasaba todos los veranos en esta ciudad asique no ha cambiado mucho. Mi cama a la izquierda, mi escritorio a la derecha y al fondo la ventana. En el mismo extremo de la ventana, hacia la derecha, hay una puerta; ahí tengo un baño. Dejo mis cosas encima de la cama y me dirijo hacía el baño. También sigue todo como estaba. En la esquina izquierda del fondo está la ducha, con la mampara cerrada y colgando una toalla. Al lado está el váter y al lado de la puerta hay un lavabo con un espejo grande, pero no ocupa toda la pared. Me miré al espejo y me horroricé al verme, como es de costumbre. Mis pelos, por el aire, estaban despeinados y tenía un poco de ojeras por no poder dormir la noche anterior; también como de costumbre. Me lavé un poco la cara y las manos y me sequé con la toalla que está a la derecha del lavabo. Salgo del baño y cierro la puerta al salir. En el escritorio hay un ordenador de sobremesa. Me lo compró Sergio para poder estudiar en el verano cuando no tenía clases. Ahora que cambio de instituto, amigos y demás… no sé si lo necesitaré.
Echaré de menos Canarias. La playa, las fiestas, mis grandiosas amigas hormonadas… Todo.
Cojo la mochila y empiezo a deshacer lo que tengo dentro. Saco toda la ropa, que no es mucha; ya que el resto es de manga corta y creo que aquí no voy a necesitarla, al menos por las mañanas, y la pongo encima de la cama para empezar a doblarla y guardarla en el armario. Tengo trabajo por delante porque tengo que quitar toda la ropa de hace casi años y que nunca me he atrevido a tocar; ya que me daba mucha pena el deshacerme de toda, pero ahora no queda más remedio. Ya no me vale nada. Voy a tener que ir de compras alguna tarde, por mucho que lo odie, y comprarme algo. No sabía cuanta ropa me iba a entrar en la maleta y cuanta tenía en este armario, asique me traje lo esencial. Ahora por mi estupidez, tengo que estar toda una lenta y pesada tarde de compras para tener con que cambiarme y combinar las cosas. Sabía que iba a tener una tarde muy movidita.