jueves, 3 de febrero de 2011

Capítulo 7 : ¿Perdón Merecido?

Conducía por una carretera poco transitada. Coches que iban y venían a velocidad no muy recomendable. Sentía miedo por si alguno de ellos se desviaba sin querer hacia mi carril.
Seguía las indicaciones que Sergio me proporcionó. Dirigirme hasta la salida de la ciudad, por una carretera nacional, y al primer pueblo a la derecha. Aun me quedaban escasos diez kilómetros para llegar. Habiendo tantas casas en Sevilla, tenía que vivir a las afueras. Encendí la radio para que se me hiciese más ameno el camino. No surtió efecto. Opté por poner algún disco. Bien. Canción que no sabía por qué, me relajaba. “Viaje al centro de mi corazón” de Shinoflow. Cantaba mentalmente y en bajito.
Mi móvil estaba en el soporte de manos libres que mi padre compró; incorporándolo al coche. La música de pronto paró cuando sonaba la musiquita de mi teléfono. Cutre, pero era de las que incluían en el aparato. No me apetecía meter música o se me pasaba por completo, así que decidí poner esa temporalmente; aunque todos dirían que temporalmente permanente. Vi en la pantallita el nombre del gracioso o graciosa que me había fastidiado la canción. Abrí los ojos apresuradamente cuando no daba crédito a quien leía: Pablo, mi ex. ¿Por qué me llamaba a estas horas? ¿Y siendo él? No pensaba cogerlo. Que deje un mensaje en el buzón. Cuando por fin se dignó a colgar y no insistir más, se reanudó la grande y bonita canción que estaba escuchando. Muy a mi pesar o a lo mejor con un poco de alegría, llegué a mi destino. Miré el reloj y eran las ocho y media. Bueno, no era muy tarde aún. Lo mejor de ir a una casa a las afueras, es que tiene un maravilloso aparcamiento cerca de los chalets. Como unas tres plazas. Aparqué el coche y apagué las luces casi a la vez. Quité las llaves del contacto y bajé del vehículo. Me dirigí hacia la puerta y toqué el timbre. Veía que tardaban en abrir. Volví a tocar, dejando el dedo un poco más de tiempo. A los pocos minutos me abrieron. El que estaba detrás de la puerta, se quedó con la cara descompuesta al verme. Yo no pude aguantarme la risa de ver su cara a cuadros. No pude creerme que de fondo se escuchase la misma canción que estaba escuchando en el coche y la misma que mi ex interrumpió.
- ¿Tú que haces aquí?
- Mereciéndome tu perdón- contesté con una sonrisa mientras daba un paso al frente para entrar en la casa-. ¿Puedo pasar?- le sonreí inocentemente.
- Si ya estás dentro.
- Si no quieres me voy.
- Si, preferiría que te marcharas- dijo en tono serio.
- Si fuese así te pondrías más ofuscado, y la verdad, no te veo con ánimos de estarlo; así que no me marcharé hasta que me perdones.
- Eres cabezota como tu sola, ¿eh?- respondió rindiéndose.
- ¡No lo sabes tú bien!- sonreí.
Me indicó con el brazo que me sentara en el sofá. Por el pequeño pasillo me dijo que estaba solo. Sus padres se habían ido a la ópera y sus hermanos estaban en el cine. Tardarían en llegar.
Me ofreció algo de beber. Quería agua, por lo que se la pedí y fue a la cocina a buscarla. Diez segundos tardó en regresar con un vaso de agua. Me sonrió mientras me lo tendió.
- ¿Cómo sabías dónde vivía?- preguntó Alex con curiosidad.
- Tuve que investigar. Se dice el pecado, no el pecador- reímos.
- No tenías que haberte molestado en venir para conseguir mi perdón- habló con la misma voz aterciopelada que me cautivó la primera vez. Mirando hacia sus manos que jugueteaban con sus dedos.
- Sí que tenía que hacerlo. Hoy en el instituto no querías hablarme- dije como niña pequeña enrabietada.
- Podríamos haber hablado mañana.
- Ya, pero se me ocurrió esto mientras me duchaba…
- ¿Qué?- se quedó atónito. Y con razón. Va a pensar cualquier cosa de mí.
- ¡No! No es que piense en ti, bueno sí, en ese momento sí, pero no…- me hice un lio yo sola y por intentar explicarme, estoy quedando peor que antes.
- Ya. ¿En qué quedamos?- cuestionó confuso, con cara de haber comido algo asqueroso y alejándose un poco. Yo inconscientemente, me acercaba a medida que él se alejaba, y para que no se moviera, apoyé mi mano en su rodilla. Él paró en seco.
- ¡Haber! Estaba en la ducha. Intentaba no pensar, pero la culpa me reconcomía y no hacía más que pensar en qué hacer para solucionarlo. No pienses nada raro.
- Vale, vale. Tranquila- rió por el mal trago que pasé al explicarle todo con más claridad.
Sin saber por qué, no moví mi mano un ápice de su rodilla. Él tampoco dijo nada. Sin darnos apenas cuenta, el ambiente se llenó de un silencio sepulcral y para nada incómodo. Le miré a los ojos, sin poder despegarlos de los míos. Como si hubiese un camino que recorre su cara, me posé en sus labios, teniéndolos un poco entreabiertos. Volví a perderme en su boca, y de nuevo en sus ojos. No pensaba con claridad, solo en aquel sueño que me perturbaba desde aquella noche.
- ¿Te encuentras bien?- oí un susurro. Era proveniente de sus labios y a mí me despertó del sueño despierto que acababa de tener.
- Si, perdón.
- Te había dado un aire- sonrió.
- Debe ser eso- le devolví la sonrisa.
- Entonces dime, ¿te sucedía algo esta mañana para que me contestaras así?- Preguntó calmado y un poco protector. De vuelta me vino el pensamiento del sueño. Por un momento pensé en contárselo, pero me vería como si tuviese cuatro ojos entre ceja y ceja. Algo dentro de mí, me decía que me acercara a él y le besara. Otra parte, me indicaba que saliera corriendo de allí. Decidí contestar rápido y actuar sobre la marcha.
- ¡No!
- ¿Seguro?- cuestionó de forma… ¿sutil, o eso me parecía a mí?
- Sí, seguro.
- ¿Estás nerviosa por algo?
- No, ¿Debería estarlo?
- Pues un poco.
- ¿Por qué?- no me di cuenta hasta que formulé la pregunta y miré su sonrisa. ¡Estábamos muy cerca, demasiado cerca! Mi mente se comenzaba a bloquear y yo empezaba a hiperventilar. Dije lo primero que se me ocurrió- Debo irme.
Al inclinarme para levantarme, noté como sus labios rozaban los míos. Sentía el ardor que aquello provocaba. Como cuando te caes al suelo de cemento y notas quemar tu piel desnuda con el roce. Debía salir de allí cuanto antes.
- Te veo mañana en clase- escuché a Alex vociferar desde el salón cuando yo estaba a punto de cerrar la puerta de la calle. Le alargué la mano en símbolo de despedida y salí disparada hacia el coche.
Abrí la puerta y arranqué como pude. Di marcha atrás y me adentré en la misma carretera nacional, solo que esta vez sin apenas coches.
Maldije al reproductor, pues cuando no terminas la canción, vuelve a empezar la canción que estabas escuchando anteriormente antes de apagarlo; solo que desde el principio. No entendía mucho de radio-cd’s, pero no todos empezaban desde el principio. Justo me ha tenido que tocar a mí la excepción.
Conduje a mi casa como pude y a una velocidad que creí como necesidad. No solo para quitarme la cancioncita, sino para dormir aunque sea hasta el día siguiente. Quería ahogarme en la ducha, apretarme con la almohada, o simplemente, enredar las sábanas a mi cuello o morir mientras duermo. Este último sería una muerte muy placentera. Intentaría conseguirlo.