Inmediatamente salí del comedor hacia el aula de Historia. No tenía muchas ganas, pero podía más mi ansiedad por separarme de Alex. Suerte que hoy no tenía la última clase y me iría antes, pero el día finalizaba con la dichosa Biología. No puedo creer que odie tanto esa asignatura en tan solo dos días que llevo viviendo aquí.
La clase pasó sin ningún acontecimiento físicamente. En mi mente no paraban de pasar cosas. El casi beso con Alex, el sueño de la noche anterior, el posible chándal para la clase de gimnasia… Algo que me tranquilizaba era estar en mi casa resguardada de todo y de todos.
Sentía las miradas clavarse en mi nuca. Percibía las dudas reconcomiendo la curiosidad de los presentes en el aula. Todo el mundo se preguntaba qué había pasado entre Alex y yo en ese intervalo de tiempo en que estuvimos fuera del comedor, pero tampoco hay nada que contar; ¿o sí? espero que no.
Tocaron, por fin, el timbre; indicando la finalización de la clase. Ahora me tocaba tener el suplicio de la clase de Biología. Eva y Fran me miraban con ojos diferentes pero con la misma pregunta en la cabeza: ¿Pasó algo con Alex? Este tema me tenía muy quemada. No sabían cómo bombardear el tema sin parecer pesados, pero es que cualquiera que me preguntara, les mandaría al carajo y con razón. Solo me hacía falta volver a soñar con él porque el tema no dejase de sonar por los alrededores.
Me dirigí al baño a despejarme un poco de tanto alboroto. Nada más entrar, me candé en el váter. Me senté y respiré hondo, tranquilizándome. Estuve un rato sin querer pensar ni hacer nada. Miré el reloj y creí oportuno marcharme a clase. Salí y me miré en el espejo. Tenía un aspecto cansado y horrible. De veras, hoy no es mi día. Aclaré mi mente con un poco de agua. Varias veces me enjuagué en aquel líquido fresco. Me sequé y me fui hacia el aula.
Cuando entré estaban casi todos sentados. Noté la mirada de Alex clavada en mi sien. Giré la cabeza, sonriéndole amable y cortésmente. Decidí sentarme hasta que viniera el profesor. Mirando al suelo, di rumbo hacia mi asiento. Nada más llegar al pupitre, alguien me habló:
- Hola- sonrió.
- Hola- sonreí obligada.
- ¿Ya estás mejor?- preguntó él.
- No del todo.
- ¿Y eso?
- Nada, cosas mías.
- Sabes que puedes contar conmigo, ¿vale?- respondió preocupado.
Justo en ese momento apareció el profesor, lo que me sentí salvada. Asentí a Alex con la cabeza y salí escopetada hacia el señor que nos enseñaba Biología.
- ¿Puedo hablar un momento con usted?- pregunté tímidamente.
- ¡Dígame!- contestó serio y sin levantar la vista de su mesa con apuntes.
- Quería presentar mi desconformidad con mi sitio de aula.
- ¿Tiene algún problema con…- levantó la vista para mirar a Alex- su compañero?- añadió indiferente y volviendo su vista hacia los papeles garabateados que poseía en sus manos.
- Si, por eso quiero cambiar de sitio.
- ¿Podría decirme cual es el motivo?- ahí me pilló de lleno. ¿Ahora qué motivo le digo? ¡Piensa Catia, piensa!
- Eh… pues…
- ¡Qué le sucede, señorita! ¿No tiene un motivo?- cuestionó con burla al cabo de unos minutos.
- Pues que no estoy a gusto con él. Me cae mal. Me molesta en clase.
- Dudo que lo haga. Es un excelente alumno y no hemos tenido nunca una queja con él. Me temo que si no tiene un motivo más convincente, tendrá que aguantarse todo el curso con él. Si me disculpa…
Con eso, terminó la conversación y no pude reprocharle nada. Guardé silencio y me volví a sentarme en el lugar que ocupé el día anterior; de mala gana. Saqué el libro y mis apuntes. Hoy íbamos a dar el clima y el tipo de árboles en cada temperatura.
- ¿Estás bien?- escuché una voz angelical a mi lado izquierdo.
- Sí- contesté cortante.
- ¿Te sucede algo?
- ¡NO, solo quiero que me dejes tranquila!- solté sin pensar en tono brusco, y en el mismo momento me arrepentí de abrir mi gran bocaza. Catia, estás más guapa calladita.
- Ok.
- Lo siento, yo…
- No te preocupes, te dejaré tranquila, como has dicho- me interrumpió molesto. Y con razón. Se le veía enfadado.
Giré la cabeza con pena y decidí atender en clase como pude. Me sentí fatal y no sé por qué, si es lo que quería. Quería que me dejara en paz y lo conseguí. Y ahora que lo tengo, me siento la peor persona del mundo. Soñar con alguien no es tan malo y no tiene porqué significar nada, ¿no? Si le doy tanta importancia, sería por algo. No quiero que sea importante aquel sueño, pero tenía que solucionar las cosas. De momento lo dejaré como está y ya lo pensaré cuando llegue a casa o mientras voy. No sé exactamente lo que voy hacer, pero espero que se me ocurra algo.
Pasó la clase sin ninguna novedad. Miraba a Alex de soslayo, pero él seguía de morros y no me dirigía la palabra. Opté primero por el perdón tradicional. Luego hablaría con él más detenidamente.
Alex recogió sus cosas y fue el primero en marcharse de clase. Yo recogí las mías con paso lento, pues no tenía ganas de moverme mucho. Al terminar, bajé las escaleras hasta el aparcamiento. Alex estaba en su coche, sentado en el capó con su cara resguardada entre sus manos. ¿Estaría bien? Es un buen momento para acercarme, preguntar y ya pedirle perdón.
- ¿Te encuentras bien?
- ¡No te importa!- respondió bruscamente.
- No me lo digas si no quieres. He venido a pedirte perdón. Me pasé, lo siento.
- Eso deberías haberlo pensado antes, ¿no crees?
- Si, tienes razón. Es que estoy estresada con las clases y eso que acaban de empezar- mentí. Quise sonar simpática y despreocupada.
- Será por algo más que las clases. Se te ve muy tensa- contestó cortante. Va ser que la simpatía no ha funcionado del todo.
- Son problemas míos. ¿Me dirás entonces que te sucede?
- No, también son problemas míos.
- Venga, no te hagas de rogar.
- ¡Que no! Nos vemos mañana, adiós.
Se montó en el coche y arrancó. Me quedé ahí pasmada durante unos minutos. Opté por ir a mi coche y dirigirme a mi preciosa casa para tumbarme en mi cama y ahogarme con la almohada durante unas cuantas horas.
Recogí un poco la cocina por el desastre que causó mi padre en la comida. Coloqué ropa limpia en mi habitación y me dispuse a hacer los deberes; algo que odiaba profundamente.
Tardé en hacerlos, pues me costaba concentrarme aún más de lo que ya me distraía. No paraba de pensar en Alex y de lo cruel que había sido con él. De cómo conseguir que me perdonara. No tenía ni idea. Mañana es jueves aún, asique pensé en preguntarle a Vega cuando estuviésemos de compras, a ver si ella supiese algo de Alex que pudiese ayudarme. Salí del cuarto y bajé al salón para ver un poco la televisión. No había nada en la caja tonta, asique me dispuse a ducharme. Subí corriendo las escaleras y preparé la ropa. Seguro que Sergio estaría trabajando hasta tarde. Mientras me adentraba en la ducha, notaba el agua templada recorrer mi piel. Cerré los ojos y dejé la mente en blanco. Me costó lo suyo porque Alex lo ocupaba todo. No hacía más que pensar en cómo solucionar las cosas y me perdonara. No entendía como en tan poco tiempo, él sea algo tan importante como para no soportar que esté enfadado conmigo. Después de tener la mente en blanco durante un rato, volvió a reconcomerme la conciencia. Sería todo más sencillo si no tuviese sentimientos, lo que requeriría que no me importase nadie un comino. Al no ser así, tenía que soportar el tener corazón y sentimientos para sentirme aun peor de lo que ya me sentía.
Después de estar una hora mínimo debajo del agua y disfrutar de los chorros tan ricos que salían de mi grifo de ducha, se me ocurrió algo. Salí inmediatamente de aquel habitáculo tan reducido de espacio y me coloqué varias toallas. Miré el reloj, y por suerte, no era muy tarde. Las ocho de la tarde. Decidí vestirme rápidamente con lo primero que pillé. Tenía que ir a dos sitios. Bajé las escaleras velozmente. Monté en el coche y me dirigí al trabajo de Sergio, mi padre. Debía preguntarle una cosa inmediatamente y que no podía esperar.
Llegué en apenas diez minutos. Mi padre se extrañó mucho de mi presencia. Le pregunté lo que quería saber. Al principio no me lo quería decir, por mucho que me dijese que no podía contarme ese tipo de cosas. Después de explicarle mi motivo de porqué tenía que saberlo, me lo indicó sin ningún problema. Le di las gracias, le besé y me dirigí al coche a por un nuevo destino.